
Influencia digital: cómo las redes moldean la alimentación de tus hijos
En los últimos años, las redes sociales se han convertido en una parte importante de la vida cotidiana. Niños, adolescentes e incluso los más pequeños están expuestos a una gran cantidad de contenido visual, y entre los temas más recurrentes se encuentra la comida. Pero ¿cómo influyen realmente estas plataformas en los hábitos alimenticios de tus hijos?
La comida como tendencia
Las redes sociales se han convertido en una vitrina global de modas, estilos de vida y, por supuesto, de comida. Hoy, basta con abrir TikTok, Instagram o YouTube para encontrarse con miles de videos que giran en torno a lo que comemos: desde recetas en menos de un minuto hasta retos virales que ponen a prueba quién puede comer más rápido, más picante o más dulce.
Lo que antes era una actividad cotidiana, preparar o compartir alimentos, ahora se ha transformado en contenido visual atractivo. Estos videos no solo buscan entretener; también generan deseo. La comida se convierte en un objeto de moda, algo que da ganas de imitar. Por eso, muchos niños y adolescentes comienzan a pedir esos productos o recetas sin pensar realmente en su valor nutricional.
Detrás de gran parte de este contenido hay un patrón: la mayoría de los alimentos que se vuelven virales son ultraprocesados. Papas fritas con salsas de colores, bebidas azucaradas, postres con exceso de crema o galletas bañadas en chocolate se presentan como irresistibles y “divertidos”.
El problema no es ver un video o probar una receta ocasionalmente, sino la exposición constante a este tipo de mensajes. Con el tiempo, los niños pueden comenzar a asociar esos productos con emociones positivas: felicidad, diversión, éxito o pertenencia.
Influencers y el poder del ejemplo
En la era digital, los creadores de contenido, conocidos como influencers, se han convertido en figuras con una enorme capacidad de persuasión. Para muchos niños y adolescentes, estas personas no son simples desconocidos en una pantalla, sino referentes a quienes admiran, imitan y en quienes confían. Son vistos como amigos virtuales que comparten su día a día, sus gustos y sus opiniones.
Los niños y adolescentes se sienten identificados con los influencers porque los perciben cercanos, auténticos y “reales”. A diferencia de las celebridades tradicionales, los creadores de contenido hablan de forma espontánea, comparten sus rutinas, muestran su comida, su ropa o sus momentos cotidianos.
Esa cercanía genera un lazo emocional que hace que sus recomendaciones tengan mucho peso.
Por ejemplo, si un influencer popular muestra una bebida energética “para rendir más” o una hamburguesa “que no te puedes perder”, los seguidores jóvenes tienden a creerle sin cuestionar si el producto es saludable o si se trata de un anuncio pagado.
Una de las características más problemáticas de las redes sociales es la manera en que se presenta la publicidad. A menudo, los influencers promocionan productos sin aclarar que están recibiendo dinero o beneficios a cambio. Publican fotos o videos que parecen parte de su vida cotidiana, pero en realidad forman parte de una campaña publicitaria.
La influencia de los creadores de contenido no se limita a la elección de un producto; también puede afectar la manera en que los niños perciben la alimentación. Si un influencer asocia cierto alimento con éxito, belleza o felicidad, los niños pueden asumir que comerlo los hará sentir igual.
La presión social y la comparación
Las redes sociales se han convertido en una especie de escaparate donde todos muestran su mejor versión: el plato más bonito, el cuerpo más delgado, la vida más ordenada. En ese entorno, los niños y adolescentes crecen rodeados de imágenes que marcan estándares imposibles de alcanzar, especialmente en lo que respecta a la apariencia física y los hábitos alimenticios.
Esta presión por encajar o parecerse a lo que ven en redes puede derivar en conductas alimenticias poco saludables, como saltarse comidas, seguir dietas extremas sin supervisión o sentir culpa por comer ciertos alimentos. El problema es que esta visión no solo distorsiona la realidad, sino que también rompe la relación natural con la comida. Comer deja de ser un acto de nutrición o disfrute y pasa a ser un medio para alcanzar una apariencia.
Además de la presión estética, otro fenómeno común en redes son los “food challenges” o retos virales relacionados con la comida. Algunos de estos pueden parecer inofensivos, como probar un nuevo sabor o preparar un platillo popular, pero otros promueven comportamientos riesgosos: comer en exceso, combinar ingredientes absurdos o consumir productos muy picantes o dañinos para el estómago.
Cómo puedes proteger e informar a tus hijos
Muchos padres se preguntan si la solución es prohibir las redes sociales o limitar completamente su uso. Sin embargo, esa estrategia rara vez funciona a largo plazo. Las redes forman parte del mundo en el que crecen nuestros hijos, y aislarlos por completo de ellas puede generar frustración o curiosidad aún mayor. La clave no está en alejarlos del entorno digital, sino en enseñarles a navegarlo con conciencia, criterio y equilibrio.
- Habla sobre la publicidad
Las redes sociales están llenas de mensajes publicitarios disfrazados de recomendaciones, tutoriales o estilos de vida. Es importante explicarle a los niños que muchas publicaciones tienen fines comerciales, aunque no lo parezcan.
- Fomenta el pensamiento crítico
En lugar de prohibirles ver cierto contenido, ayúdales a cuestionar lo que consumen. Haz preguntas como:
- “¿Por qué crees que muestra ese producto?”
- “¿Te parece que eso es saludable o realista?”
- “¿Cómo te hace sentir ese video?”
El objetivo no es juzgar, sino promover la reflexión. Cuando los niños aprenden a analizar lo que ven, desarrollan herramientas para no dejarse influenciar fácilmente y pueden distinguir entre el entretenimiento y la manipulación.
- Promueve hábitos positivos en casa
El hogar es el primer espacio donde los niños aprenden sobre alimentación y bienestar. Por eso, es fundamental que vean ejemplos positivos en su entorno diario.
Algunas acciones simples, pero poderosas:
- Comer juntos siempre que sea posible, sin pantallas de por medio.
- Cocinar en familia y dejar que los niños participen en la elección y preparación de los alimentos.
- Mostrar entusiasmo por frutas, verduras y comidas caseras, no como una obligación, sino como algo disfrutable.
Estas experiencias fortalecen la conexión emocional con la comida y contrarrestan los mensajes superficiales que ven en redes.
Conclusión
Vivimos en una era donde las redes sociales están presentes en casi todos los aspectos de la vida, especialmente en la de los niños y adolescentes. Las plataformas digitales no solo entretienen: también educan, inspiran y moldean percepciones. Y una de las áreas donde más impacto generan es en la alimentación.
Por eso, el papel de los adultos es más importante que nunca. Padres, madres y educadores tienen la misión de acompañar este proceso, no desde la prohibición, sino desde la orientación. No se trata de quitarles el celular o impedirles usar redes, sino de enseñarles a mirar con ojo crítico, a cuestionar lo que consumen y a distinguir entre lo real, lo editado y lo publicitario.
Las redes sociales, bien utilizadas, pueden ser una herramienta positiva: existen cuentas que promueven la salud, la diversidad corporal, la cocina casera y la alimentación sostenible. El secreto está en enseñarles a elegir y equilibrar.
Bibliografía
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Etiquetas: Alimentación, Niños, Bienestar
Categoría: Salud y Bienestar , Blog
