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La ciencia de los berrinches: qué ocurre cuando tu hijo dice “NO” a la comida

La ciencia de los berrinches: qué ocurre cuando tu hijo dice “NO” a la comida  

 

Que un niño diga “no” a la comida, y a veces haga un berrinche grande por ello, es, en la mayoría de los casos, el resultado natural de su desarrollo cerebral, su forma de probar límites y de reaccionar ante estímulos (sabor, textura, olor) que le resultan nuevos o molestos. Sin embargo, también existen estrategias basadas en la evidencia para transformar esas comidas tensas en oportunidades de aprendizaje y confianza.

 

¿Por qué los niños pequeños se enfadan o rechazan la comida? 

Cuando un niño dice “no” a la comida, muchas veces no se trata de un simple capricho. Detrás de esos rechazos hay procesos cerebrales y sensoriales muy reales que explican sus reacciones. En esta sección exploraremos tres factores clave: cómo el cerebro emocional puede superar al racional, cómo se desarrolla la autorregulación del hambre y la saciedad, y por qué algunos niños son más sensibles a sabores, texturas y olores. Comprender estos aspectos ayuda a los papás a manejar los berrinches con paciencia y estrategias efectivas.

Cerebro emocional vs. cerebro racional

Desde el nacimiento y durante los primeros años de vida, el cerebro de los niños está en constante desarrollo, y no todas sus áreas maduran al mismo ritmo. La amígdala, una estructura cerebral pequeña pero poderosa, actúa como el “centro de las emociones”. Es responsable de detectar peligros, generar miedo o frustración y activar respuestas rápidas frente a situaciones nuevas o inesperadas. Por otro lado, la corteza prefrontal, que regula el autocontrol, la toma de decisiones y la tolerancia a la frustración, aún está en formación y no alcanza su plena funcionalidad hasta bien entrada la adolescencia.

Esta diferencia de maduración explica por qué los niños pequeños reaccionan de manera intensa ante situaciones que para un adulto serían triviales. Por ejemplo, cuando se les presenta un alimento con un sabor o textura desconocida, su amígdala puede disparar una respuesta de rechazo inmediata: lloran, se apartan, gritan “no” o incluso tiran el plato. Mientras tanto, su corteza prefrontal todavía no tiene la capacidad suficiente para calmar la reacción emocional o pensar racionalmente: no pueden “ponerse en los zapatos del adulto” ni evaluar que ese alimento es seguro o que solo se trata de probar algo nuevo.

En otras palabras, los berrinches frente a la comida no son capricho ni desobediencia; son la manifestación natural de un cerebro que prioriza la reacción emocional sobre el razonamiento.

Autorregulación y hambre/saciedad

El hambre y la saciedad no son solo sensaciones simples de “quiero comer” o “ya estoy lleno”. En realidad, están reguladas por circuitos complejos en el cerebro, que integran señales hormonales, nerviosas y viscerales del cuerpo. Hormonas como la grelina (que aumenta el apetito) y la leptina (que señala saciedad) envían mensajes al hipotálamo, mientras que los nervios del estómago y los intestinos transmiten información sobre llenura, digestión y comodidad.

En los niños pequeños, estos sistemas aún se están desarrollando, lo que significa que pueden tener dificultades para reconocer señales internas de hambre o saciedad de manera precisa.

Además, factores externos influyen enormemente:

  • Cansancio: un niño fatigado puede perder interés en la comida porque la energía para comer está disminuida.

 

  • Estrés o ansiedad: cambios en la rutina, separaciones o situaciones nuevas pueden activar la amígdala, priorizando la respuesta emocional sobre el hambre.

 

  • Enfermedad: fiebre, dolor o malestar gastrointestinal disminuyen temporalmente el apetito.

 

  • Cambios en la rutina: horarios irregulares de comida o ambientes ruidosos pueden convertir la hora de la comida en una experiencia desagradable, generando rechazo.

 

Por estas razones, cuando un niño dice “no” a la comida, no siempre se trata de que no le guste el alimento, sino de cómo y cuándo se le ofrece. Entender esta dinámica permite a los padres ser más flexibles y observadores, ajustando horarios, ambientes y expectativas para que la comida se convierta en una experiencia positiva en lugar de un conflicto.

Sensibilidad sensorial

No todos los niños procesan los alimentos de la misma manera. Algunos tienen lo que los especialistas llaman mayor sensibilidad sensorial, lo que significa que su sistema nervioso percibe sabores, olores, texturas o temperaturas de forma más intensa que la de un adulto o que la de otros niños.

Esta intensidad sensorial provoca que el niño diga “no” repetidamente o incluso haga berrinches durante las comidas. Para los padres, esto puede interpretarse como “capricho” o “niño exigente”, pero en realidad refleja cómo su cerebro y sistema nervioso están procesando estímulos fuertes. Es importante reconocer que esto no es un problema de conducta, sino una diferencia natural en la percepción sensorial que requiere estrategias de acompañamiento y paciencia.

 

Estrategias prácticas (qué hacer en la mesa)

Lograr que la hora de la comida sea tranquila y nutritiva puede parecer un desafío cuando los berrinches aparecen con frecuencia. Sin embargo, pequeños cambios en la rutina y en la manera de ofrecer los alimentos pueden marcar una gran diferencia. En esta sección te presentamos estrategias prácticas basadas en la evidencia que combinan estructura, exploración y paciencia, ayudando a que los niños desarrollen hábitos saludables y una relación positiva con la comida, mientras los padres mantienen la calma y establecen límites claros.

  • Crea un ritual predecible: comida a horas regulares, mesa sin pantallas, toda la familia come (predicar con el ejemplo).
  • Ofrece variedad, no negociaciones: sirve 2–3 opciones (una conocida y otra nueva). Evita premios por terminar el plato. Los premios transforman la comida en moneda, lo que puede cambiar la motivación y el placer natural por comer.
  • Pequeñas porciones y presentaciones: texturas separadas (ej.: no mezcles todo), porciones pequeñas. A los niños les gusta explorar visualmente.
  • Permite exploración sensorial: tocar, oler y jugar (limpio) con alimentos sin la presión de comerlos enseña. Muchas veces el siguiente paso será probar un mordisco.
  • Mantén calma ante el berrinche: si el niño se descontrola, mantener límites suaves (por ejemplo “podemos hablar cuando te calmes”) y retirar la atención temporal puede ser más efectivo que responder con gritos o premios. Esto reduce la activación emocional (amígdala) y enseña regulación.

 

Estrategias para niños con hipersensibilidad sensorial

  • Introduce nuevos alimentos por modalidades no gustativas: oler primero, tocar, mirar y luego probar.
  • Modifica la temperatura o la textura del alimento, por ejemplo, cocinar más suave o crujiente según su preferencia.
  • Si sospechas problemas sensoriales marcados, consulta con un terapeuta ocupacional o especialista en alimentación. Estudios muestran que las diferencias sensoriales explican una parte importante del “picky eating”

 

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

Aunque la mayoría de los berrinches y rechazos a la comida forman parte del desarrollo normal, hay situaciones en las que la intervención de un profesional es fundamental para proteger la salud y el bienestar del niño. No se trata de “exagerar”, sino de reconocer señales de alerta que pueden indicar problemas de crecimiento, alimentación o desarrollo.

Señales que requieren atención

  1. Pérdida de peso o crecimiento por debajo de lo esperado Si notas que tu hijo no está ganando peso según los percentiles de crecimiento habituales, o que su talla se estanca, es importante consultar con un pediatra o nutricionista pediátrico. Esto puede indicar que la ingesta nutricional no es suficiente para cubrir sus necesidades.

 

2.    Rechazo alimentario prolongado

 Cuando un niño se niega a comer casi todo durante semanas, dejando de lado alimentos clave para su desarrollo, puede haber un trastorno de alimentación que requiera evaluación especializada. Un especialista en nutrición pediátrica o un terapeuta en alimentación puede guiar un plan gradual y seguro de exposición a los alimentos.

 

3.    Signos de dolor o malestar al comer

Vómitos frecuentes, dificultad para tragar o rechazo extremo a ciertas texturas pueden ser indicios de problemas físicos o sensoriales que necesitan atención profesional. Detectarlos a tiempo evita que la experiencia de la comida se vuelva traumática y protege la salud digestiva del niño.

 

Bibliografía

Leibenluft, E. (2017). Pediatric irritability: A systems neuroscience approach.

American Journal of Psychiatry. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5366079/

Cunliffe, L., et al. (2022). The lived experience of parenting a child with sensory-related feeding difficulties. BMC Pediatrics.

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9218328/

UNICEF. (s. f.). Responsive feeding (guía). https://www.unicef.org/oman/media/2416/file/Responsive%20feeding.pdf.pdf

 

 

Etiquetas: Niños, Bienestar, Hijos

Categoría: Alimentación, LonchiTip

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